sábado, 22 de junio de 2019

..y mi mente se resiste

...y mi mente se resiste a aceptar lo que mi cabeza sabe. Y logro a ratos anestesiarla un poco y sentir un rato de serenidad. Desde el 11 de junio viví aterrada lo que veía venir, aquello que había esperado que no ocurriera. Y no habrá dolor más grande en mi vida, y quisiera tener el valor de irme y no ver, ni saber, ni compartir, ni enterarme de nada de lo que mi niña vaya a tener que sufrir. Me dicen que no todas las enfermedades evolucionan igual, que no es el mismo enfermo. Mi referente inevitable es Knin. Siempre dije que cuando temí su muerte e incluso la asumí como la única solución a su deterioro y a su sufrimiento, no tenía la más remota idea de la forma en la que me iba a afectar, de lo que marcaría mi vida su partida, de que a partir de entonces todo pasaría por el tamiz de su dolorosa ausencia, Alguna vez dije que dolería más perder al esposo que a un hijo casado porque al final el proyecto de vida era con mi esposo y no con mi hijo que ya tendría el suyo con su esposo y al lado de su familia. No tenía ni la más remota idea de lo que el solo saberla enferma me iba a lacerar.
Y aquí suspendo por un elemental respeto: la conciencia que tengo de que entre mi dolor y el de ella hay un verdadero abismo, nadie que no lo haya sufrido estará en condiciones de imaginar la pena de una madre sobre la que pende una amenaza de no compartir su vida con sus hijos pequeños. Está frente a mi la amenaza real, latente y desgarradora de perder a mi niña, a mi hija; y mi dolor indescriptible e incluso hasta hoy no asimilado ni digerido, no tendrá jamás ni la intensidad, ni las dimensiones del de mi preciosa hija de 38 años a la que la vida le viene restregando desde mayo del año pasado, que un monstruo ubicuo, traidor, agresivo, destructor, se albergó en su cuerpo y poco a poco la va menguando; un monstruo que le arrebató su juventud, que le arrebató sus ilusiones, sus planes, su gozo de vivir. Y un cuerpo fuerte y vital que además jugará en su contra porque compartirá su fuerza y vitalidad con la célula enemiga que por razones incomprensibles no pudo ser suprimida como lo son a diario las células malignas que todos producimos.
Y me dicen que no será igual un proceso que otro: no será igual en los accidentes, en cuestiones secundarias. Pero no cabe duda de que en lo sustancial será idéntico: dos personas con mil razones para querer vivir, sufrirán más rápido o más despacio, el aniquilamiento del "Emperador de todos los males". Sentará sus reales sobre ella, como lo hizo con su padre.
Y la cabeza que se manda sola, me pone frente a cuadros brutales de dolor por el que mi niña ha de transitar. Y tengo la certeza de que mi alma quedará aniquilada.
Si a mi alcance estuviera no viviría esto. Si supiera que lo iba a vivir, habría renunciado a tener hijos.
Sabado 22 de junio del 2019.