Han pasado casi cinco años desde que no estás conmigo. Y te sigo extrañando, y te sigo llorando, y te sigo pensando y te sigo soñando. Y cuando despierto en las noches, es tu ausencia lo primero que viene a mi memoria al ver la cama vacía. Igual que cada mañana. Y pienso que mi vida transcurre entre alegrías y ratos buenos y ratos maravillosos, que se dibujan y corren con un telón de fondo de inmensa, inmensa tristeza, pues vivo mis mejores momentos pensando siempre que tendrían que haberlo sido contigo. Y me gusta imaginar que regresas, que te reencuentro, que me meto entre tus brazos con mi cabeza en tu pecho, que me abrazas y que yo meto mi mano entre el pelo de tu cabeza (aún no se me olvida la sensación que eso me producía).
Y siempre también, lamentando haber comprendido el valor de tu presencia hasta que me invadió y me sarandeó tu ausencia. Y con todo te evoco: cuando salgo al jardín, tu jardín que parece no haberse dado cuenta de que te fuiste y año con año se pone más exuberante, como si tus cenizas, que alguna vez he pensado debería poner ahí, lo hubieran fertilizado y revitalizado. Y te evoco cuando estoy con nuestros nietos, el niño que tuviste en tus brazos y la niña cuya existencia adivinaste; cuando estoy con tus hijos, cuando estoy triste, cuando estoy contenta, cuando veo la ciudad que tanto amaste y que parece haberse enojado con tu ausencia de tan fea y sucia que se ha dejado poner.
Y te escribo. Y hoy voy a transcribir aquí algo de lo que algún día te dije con mi pluma y mis lagrimas corriendo, como corren ahorita. Trataré de hacerlo tal cual lo anoté en la libreta; lo que agregue ahora lo haré utilizando bastardilla.
... Ya nuestra intimidad es tan inmensa que la muerte la esconde en su vacío. Mario Benedeti.
Lo que sigue lo encabecé como "sobreviviendo" y lo escribí un 27 de junio, no sé de que año, pero pudo haber sido de cualquiera a partir del 2011.
Puedo describir cómo me siento sin ti: como un pinche perro en callejón ajeno. Como el mismo perro sin dueño. En este caso no sería un pinche perro, sería un perro finísimo, amado, atendido, consentido y protegido, pero sin su amado dueño.
El mismo que me dijo que yo sería uno contigo. El que nos unió y nos ordenó no separarnos, ahora me mutiló.
Me siento desolada.
¿Llegara el día en el que dejaré de sentir esta tristeza cuyas dimensiones e intensidad nunca pude imaginar? Lloro la ausencia del amor y del sentido de mi vida. (creo que aquí cité a Víctor Franck).
Absolutamente incapaz de dimensionar lo que tu muerte significaría, lo fui también para comprender el dramático e intensamente triste sentido de tus últimos días con nosotros en esta casa tuya, mia, de nosotros, de nuestros hijos y de nuestros nietos, incluso de la niña por ti adivinada.
Sin razón alguna di por hecho, que tu partida sería en febrero (y seguro llegado febrero la hubiera pospuesto a marzo y así hasta ahora). Supuse que primero me tendrías que dejar de reconocer y luego te irías (asumí que tu muerte iría precedida de un estado de inconsciencia que nos facilitaría la despedida y no fue así, el 23 de diciembre por la noche, cuando nos dijimos hasta mañana, estabas un poco confundido en cuanto al lugar en el que te encontrabas pero a todos nos reconocías e identificabas). Nunca se me ocurrió pensar que te irías cuando estabas sólo, a las 6 de la mañana. ¿Lo hiciste para evitarnos el dolor de presenciar tu partida y facilitarte el proceso?. (Me gusta darme esa explicación cuando lamento y cuánto lo he lamentado, no haber estado tomándote de la mano en ese preciso momento).
Cuando alguien está junto a mi, quiero sólo hablar de ti. Eres mi tema y nada más me interesa. TODO ACONTECIMIENTO ME VINCULA A TU AUSENCIA CON TOTAL NATURALIDAD. TODO ME LLEVA A TI Y ME SIENTO INCAPAZ DE VIVIR SIN TI.
¿Sabes qué?: He caído en la cuenta, no sé cómo no antes, de tu inmensa y contagiosa alegría de vivir. Todo era entusiasmo. Por ejemplo un rubro de vida que a los dos nos encantaba: los viajes.
¡¡¡Que enorme poder ejercía sobre ti la sola idea de viajar. A partir de que lo pudimos hacer, hace ya algunos años, concebías viaje tras viaje. Siempre siempre tenías uno en más o menos avanzada fase de planeación. (aquí miento: jamás planeábamos nada, teníamos idea de a donde queríamos ir, confusas las más de las veces y sobre las rodillas hacíamos un itinerario de recorridos inciertos. Y hay que decir que nos funcionó y que hicimos unos viajes maravillosos que hoy se me olvidan).
Hablar de planeación (finalmente lo escribí) sería mucho. La idea del lugar te surgía por alguna cuestión no muy comprensible (generalmente querías regresar y regresabas a sitios ya conocidos y yo te lo reprochaba: a algún lugar nuevo Knin... España ya no.. pero España siempre y cómo no. Daría mi alma al diablo por regresar contigo). Italia o Inglaterra. El sur de Italia. ¿Por qué?... bien a bien no sé porque. Cuál era el factor que nos llevaba a decidir el destino del viaje. No sé. ... Creo que esto se queda hoy hasta aquí para aprovechar que estoy en esto y pasar a este blog lo que mi querido hermano Armando escribió a unos días de que me dejaste.