lunes, 16 de enero de 2012

Ubico mi pena en el tiempo,.

Ubico mi pena en el tiempo.
Entonces era nuestra pena, nuestra de los dos. Nooo, lo cierto es que eran dos penas, distintas y totalmente incomprensibles. Ni yo entendí el tamaño de tu sufrimiento al saber que tu vida, tu futuro, tus planes, tus proyectos, todo todo estaba en riesgo; ni tu el mío por tantas cosas, empezando por comprender que no entendía la dimensión de tu  dolor, hasta el llorar tu futura ausencia, que yo ubicaba, no sé bien a bien por qué, en cinco o seis años y me aterraba...
¿Qué habría pasado si entonces, el 19 de enero del 2011, hubiéramos sabido que sólo restaban 11 meses y 5 días más???? Seguramente habríamos enloquecido. La esperanza es el sustento del grado más o menos aceptable de cordura con la que uno vive, no cabe duda. No teniámos ni idea entonces de lo que se avecinaba y aún ahora no acabo de comprender la intensidad de lo vivido a tu lado, de tu intenso dolor y sufrimiento al que no le encuentro ningún sentido, pero que debe tenerlo. En eso quiero creer.
Ubiquemos cronológicamente lo ocurrido.
El viernes 14 de enero, en el Aranda de la Parra, por la tarde, te hacen la laparoscopía. Los dos aterrados temiendo ya lo que se avecina y Andrés ahí comenzando a compartir esa experiencia. Casi creo que entonces ni siquiera admitía la posibilidad de que algo le pasara a su papá.
Terminado el examen, el Dr., con mucho más tiento que la monstruosa tipa que te examinó aquí en Guanajuato, nos indicó que ciertamente había algo irregular en tu esófago, pero que lo visto no era suficiente para hacer pronósticos, que debíamos esperar al resultado que arrrojaran las biopsias. Hubo ratos en los que a esa opinión privisional me aferré pensando que si hubiera un tumor maligo ahí, no pasaría inadvertido para el ojo de un experto y que por tanto, se trataba de otra cosa.
Recuerdo y revivo esos días de espantosa incertidumbre en los que a ratos yo todavía conseguía disipar el miedo a la enfermedad, pero los más lo sufría aterrada. Había que esperar hasta el miércoles o el jueves.
El miércoles 19 de enero por la tarde. Tu fuiste al PRI y quedamos en que te comunicarías a León con el Dr. a ver si había noticias. Yo recuerdo que te pedí que lo hicieras desde la casa. Yo estaba en el sillón de la tele cuando te escuché llegar. Cuando abriste la puerta seguramente ya habías marcado el teléfono del Dr. o habías pedido hablar con él. Aquí todo se me borra, no sé qué dijiste, bajabas la escalera, no mencionaste la enfermedad, un tono de voz nuevo, desconocido para los dos, hablaste de "algunas células malignas".... A partir de entonces lloramos y lloramos y lloramos y lloramos. Tu ya paraste de llorar y hubieras querido poder llorar más, me lo dijiste muchas veces. Yo no sé cuando lo haré y el tamaño de tu pena, de tu dolor y de tu sufrimiento fue inconmensurablemente mayor que el mío. 
Nos abrazamos, nos estremecimos, yo maldije, tu no.. Llegó Andrés y vivió con nosotros, sin lugar a dudas, el hasta entonces día más triste de su jóven vida... el nuestro siii y con mucho, sin comparación con cualquier otro. Conocía entonces el significado de la tristeza y el dolor y sigo experimentando sus dimensiones.. No sé hasta dónde llegarán y las pienso inmitigables..

No hay comentarios:

Publicar un comentario